20 de marzo de 2008

Semana Santa



Todos hemos escuchado la ultima semana comentarios sobre que hacer en semana santa, hemos y nos han preguntado: "¿que planes pa' semana santa?" Pero que es semana santa, algún decreto para darnos un fin de semana largo para hacer turismo o alguna treta de la iglesia católica para recaudar mas limosna o un jueves, viernes, sábado y domingo a los que se le antepone la palabra "santo" para conmemorar alguna fecha católica.


Pues bien, ya que la semana santa se inició, los dejo con una breve introducción al verdadero sentido de estos días que sin ser propiamente siete días feriados es una semana.

Veamos porque es una semana, el Domingo de Ramos, domingo pasado, abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada sobre un burro de Jesús en Jerusalén.

En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

La Semana Santa es uno de los acontecimientos más importantes del mundo cristiano, cuando se conmemora la muerte y la resurrección de Jesucristo. En cada rincón del orbe católico, esta festividad adquiere diversas expresiones según la tradición y las costumbres locales. Así corren los días siguientes.

El lunes, la Oración del Huerto, el martes, el Señor de la Sentencia y; el miércoles, encuentro donde se escenifica el camino de Jesús llevando la Cruz al Calvario. Esta escena es impresionante, muestra el encuentro de la Madre con el Hijo (María y Jesús). Estos tres día son el transito de Jesús por la vida terrenal, como un simple mortal, sufriendo por nuestros pecados.

El jueves Santo se visita a los templos para ganar las indulgencias necesarias, como Jesús recorrió las estaciones hasta el lugar donde sería crucificado, a las 12 del día, el cielo se cubre el señal de luto por la muerte de Jesús.

En la noche del viernes Santo, se da paso al las celebraciones del Señor del Santo Sepulcro. Luego se realiza una vigilia con rezos y cantos hasta el sermón de las 3 horas del día sábado.

Después de los días de congoja, el Domingo de Resurrección se torna de fiesta, Cristo resucitado aparece en andas y es cargado por las calles, numerosas procesiones se llevan a cabo, las fiestas y jolgorio ponen fin a esta Semana Santa.

En el Perú, específicamente en los Andes, se pueden apreciar multitudinarias procesiones por Semana Santa, llenas de colorido y fervor, donde se mezclan elementos del cristianismo con paganismo. Cada región se convierte en el centro de atención de peruanos y de extranjeros.

Algunos, ya para este punto deben tener una resaca inimaginable, un centenar de fotos de alguna playa o lugar al que se haya ido y muchos amigos vomitando por doquier. Es que para los "jóvenes" y los no tanto en esta época, se aprovecha los día de semana santa para hacer turismo, salir a juerguearse o relajarse hasta las ultimas consecuencias, hemos denominado a la semana santa como: "semana tranca" "la semana" "bomba santa" y muchas mas .

Pero que pasaría si regresáramos el tiempo y llegáramos a los días de nuestros abuelos o bisabuelos, quizá la explicación que les diera mi bisabuelo seria esta:

Domingo de Ramos
El Domingo de Ramos, en la Lima de antaño, se efectuaba una muy popular procesión, con la que se daba inicio a la Semana Santa. Esta procesión salía entre las 5 y 6 de la tarde, muy pintoresca no sólo por sus bellos motivos religiosos, sino también por la gran cantidad de gente que la acompañaba: en un anda iba Jesús montado en burro, con sus apóstoles y Zaqueo trepado en una palma; en otra, la Virgen Dolorosa con el corazón traspasado por siete puñales de plata.

El vestido de Zaqueo llamaba la atención, pues cada año cambiaba de ropaje: marino, militar, diplomático, bombero, seminarista, torero, o algún personaje de actualidad. La misma curiosidad despertaba la burrita, finamente enjaezada; cuentan de ella que venía sola desde su potrero a pararse frente a la iglesia a que la preparen para tan solemne acto.

Desde la mañana acudía la gente a misa también llamada de Ramos, por las muchas flores que cubrían los altares y porque se regalaban ramitas de palma y olivo bendecidas, las cuales servían para seguir la procesión. Era familiar también los pregones de los cholos de Corongo, que ofrecían sus golosinas en su media lengua de castellano y quechua, causando gran alboroto en la chiquillada: al buen pan de dulce de regalo; uva blanca, zambita y mollarita, pera-perilla, lúcuma y helados de leche, piña.

La Banda de la Artillería llegaba del cuartel para acompañar la procesión, que anunciaba su salida con repiques de campana y cohetes.

El tráfico de coches y tranvías quedaba suspendido. En la Plaza Mayor se sentía el fervor religioso que desbordaba entre las miles de personas ubicadas, desde horas antes, en los portales y balcones, en la desembocadura del Callejón de Petateros y en el atrio de la Catedral. En los balcones encajonados del antiguo Palacio aparecía el Presidente, sus familiares, edecanes y Ministros, mientras que los mayordomos salían a vaciar sobre las andas grandes azafates de jazmines y azucenas.

En las bocacalles de la Plaza, carruajes descubiertos de familias adineradas; negras sahumadoras saturaban el ambiente con humo del incienso; los niños querían ver el traje de Zaqueo y sus padres los subían a sus hombros. La vuelta alrededor de la Plaza se hacía dentro de un marco de esplendor formado por luces que se destacaban por todos lados, rutilando al compás de la música. En los balcones del anterior Palacio Arzobispal aparecía el Arzobispo rodeado de canónigos, para impartir la bendición episcopal.

De regreso al templo, las dos andas escuchaban junto con la multitud que abarrotaba la iglesia, el laudamus de rigor y la concurrencia se retiraba a sus casas por lo general más allá de las diez de la noche.

SEMANA SANTA
Así amanecía el lunes, primer día conmemorativo de Pasión y Muerte, cuando Cristo empezaba a padecer y en los corazones de los Cristianos se acababan las alegrías dejadas por las flores y palmas del Domingo. El amor y temor de Dios era tal que la mayoría de los hogares se entregaba al más místico recogimiento. En ninguno, por más pobre que fuere, faltaba la repisa con el Crucifijo o la Virgen velándose, delante de la cual se rezaba el rosario día y noche.

Hasta los más palomillas se sabían al dedillo los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos con sus letanías, padrenuestros y avemarías consiguientes. Toda la semana, a la hora en que el Ángel del Señor anunció a María, los muchachos se sentaban por lo general alrededor de una de las abuelas con misal y rosario en ambas manos, para iniciar el rezo. En seguida del rosario, el lunes la explicación sobre el Paso de la Cena; el martes la Oración del Huerto, y el miércoles la Prisión.

JUEVES SANTO
El jueves, estos ejercicios tomaban un cariz más solemne. Se celebraba la última misa de Pasión y había que confesarse y comulgar obligatoriamente. Después, chocolate con pan de dulce para el desayuno y de ahí hasta el almuerzo, que consistía por lo común, en una buena sopa de yuyos con bonito. En este día, también a partir de las doce, cambiaba por completo el aspecto de la ciudad: teatros y cantinas cerrados, tránsito paralizado, los trenes no tocaban pitos ni campanas, no se escuchaban ruidos de ninguna clase.

Acabado el almuerzo, se salía a visitar las Siete Estaciones: la gente luciendo sus mejores ropas negras en señal de duelo, lo hacía hasta altas horas de la noche. Las mujeres de mantilla y sin adornos. De regreso a casa, el rosario y la explicación dolorida del paso de Jesús por la calle de Amargura camino al Calvario.

También se solía llevar a lo niños a la Plaza Mayor a ver la Formación de Semana Santa que duraba todo el tiempo de los Oficios Divinos de la Catedral, en los cuales el Arzobispo oficiaba acompañado por los canónigos. Concurrían como hoy, el Presidente, los Ministros, Vocales de las Cortes, funcionarios públicos, con ligeras variantes.

Era de ver al Ejército dispuesto en las cuatro alas, con sus cañones y ametralladoras relucientes, uniforme de gala con pompón y luto al brazo, rindiendo honores al Altísimo. En el desfile final, los soldados marchaban con el estandarte cubierto de negro crespón y con los rifles a la funerala, apuntando al suelo.

En Palacio Arzobispal, a las doce del jueves eran llevados 12 ciegos mendicantes a quienes el Arzobispo les lavaba los pies en una palangana de plata, como lo hizo Jesús con sus discípulos. Acto seguido pasaban al comedor donde el mitrado almorzaba con ellos, igual también que Jesús con sus apóstoles en la Cena postrera, un gran plato de bacalao.

En Palacio de Gobierno también había almuerzo presidencial los jueves y viernes santos, después de los Oficios en la Catedral. Cuando terminaba el almuerzo salía el presidente a visitar las Estaciones a pie, acompañado de ministros, edecanes y otros funcionarios. Una compañía del Regimiento Escolta, con banda de músicos, marchaba detrás de la comitiva.

VIERNES SANTO
El viernes, mayor solemnidad. Ayuno forzoso en todos los hogares; el pescado subía de precio y carne no se veía en los mercados sino para enfermos con licencia del cura. Otra vez sopa de yuyos o chupe cimarrón. En la tarde, Sermón de las Tres Horas y luego la famosa procesión del Santo Sepulcro, que salía de la Basílica del Rosario, en Santo Domingo, bajo la dirección de la Archicofradía conocida con el nombre de la "Vela Verde". Este era otro de los momentos de mayor atracción, en especial para gentes de etiqueta, pero sin el resplandor popular del Domingo de Ramos. Recorrido siempre por las calles adyacentes a la Plaza Mayor, regresando a su templo ya de noche.

La explicación evangélica abarcaba la flagelación, la Cruz a cuestas, la crucifixión y la agonía y muerte de Jesús. Pobre de aquel muchacho que se atreviese a juguetear, a regañar o a hablar fuerte siquiera.

SÁBADO SANTO
El sábado olía a gloria desde que salía el sol. Todos se acostaban la víspera pensando en la gran misa de ese día que se celebraba a las diez. La iglesia de San Pedro era la más concurrida por fieles de las diversas clases sociales. Los altares presentaban sus imágenes engalanadas con múltiples y olorosas flores.

Finalizada la misa, el grito de gloria se lanzaba a los cuatro vientos por el repique de campanas, cohetes, camaretazos y hasta disparos de armas de fuego, alegrados por la música de las bandas militares que duraban varias horas, mientras que en las puertas de los templos se repartía agua bendita. La ciudad nuevamente volvía al bullicio característico. El menú casero variaba, con la reaparición de la carne después de dos días de suspensión: se servía el sempiterno sancochado en el almuerzo (una taza de caldo sustancioso, espesado con arroz y garbanzos bien cocidos, rajitas de pan frito y aderezo de perejil, cebolla y ají verde bien picaditos y entremezclados, luego un buen pedazo de pecho o cadera, media yuca, un camote entero, col, zanahoria, pellejo de chancho y su trocito de cecina; un pan de los llamados cemita y de postre un plátano de la isla y su porción de ranfañote).

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Luego, a dormir temprano para levantarse el domingo a la Misa de Resurrección de las 4 de la mañana en San Francisco, que concluía con la Procesión del Señor Resucitado precedido de San Juan Evangelista. Buena parte de los asistentes a la procesión, que servía además como refugio a los trasnochadores, se iba por las calles de Lima en busca de buen desayuno, apuntando las narices hacia los sitios donde más rico olor a tamales y chicharrones despedía y que quedaban en las calles Santo Toribio (2a. de Lampa), Arzobispo (2a. de Junín), Polvos Azules (Jr. Santa) y Pescante (1a. de Camaná). Sobre todo esta última, famosa por sus cocinerías criollas, siempre llenas de comensales alegres y aficionados al buen plato y a la chicha. Atraía también su infaltable música jaranera.

Así era una Semana Santa en la Lima de inicios del siglo XX. Aunque hoy todo esto a cambiado, se a actualizado y modernizado el fondo del mismo sigue intacto, quizá nuestros nietos simplemente tengan que navegar por siete sitios web para hacer el recorrido de las siete estaciones y reciban la bendición del obispo por mail o algo por el estilo, pero estoy seguro que lo que no cambiará será el "salud" con alegría el domingo de resurrección.

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